jueves, 12 de mayo de 2016

Un día de guachinches y restaurantes de toda la vida.





El planteamiento de cocina es sensato, sin gilipolleces, aquí manda el producto,hacerse con lo mejorcito de los productores locales, así que la carta cambia continuamente y siempre se oferta lo más estacional del momento, por lo tanto, comencemos con... Un día por la tradición.

Sin nocturnidad ni alevosía, cierren los ojos un segundo, vuelvan a la niñez, otros a su juventud, otros recuerden la perra de vino o cuando salían a comer con familia o amigos, abran los ojos y recuerden ese olor y esos platos que salían de la cocina, piensen ahora en ¡una de calamares!. Ahora es que podemos comenzar, ya están en situación y hoy no me pondré cual romántico de la cocina, hoy sacaré mi versión más gamberra,igual mi mama se enfada porque blasfemaré impunemente, igual el párroco de la iglesia me excomulga porque mi santísima trinidad lleva pimiento, pero allá voy al grito de ¡ al abordaje!.

Si los que murieron calcinados en Pompeya hablaran y explicaran cómo se las gastaban entre bacanal y comidas parecería una representación del esfuerzo, la picaresca, el gozo, el fornicio, el comercio y el desenfreno, que ha vivido la cocina a lo largo de su dilatada historia. ¡Si Escoffier o Talavent, levantaran la cabeza!

Ya imaginarán que a estas alturas uno escapa como de la peste del restaurante de moda postureta, afectado, lila, aparatoso y que se considera con bochornosa arrogancia como motor de cambio sociocultural, muchos prefieren la tasca del barrio o un guachinche, que se dice por estos lares, que escapan del circo del sol y se aproximan más a lo que uno entiende por un lugar dirigido por gente moderna que se quema las pestañas y pelea,pero que saben cocinar con elegancia y se dejan de mensajitos al planeta tierra y al orbe y al destino divino de la papa negra esferificada. ¡Una de conejo en salmorejo!, los que hemos pasado la infancia enredando con freidoras y batidoras tenemos el veneno inoculado per secula seculorum, es así. Por suerte muchos aún se atan el mandil por delante, cocinan con producto escogido, resuelta con mucho oficio, echen un ojo alrededor y verán desfilar esos platos que gustan a todo Dios, que es siempre valor seguro.

La autenticidad y riqueza de los sabores de antaño, por eso, sí, señores y señoras, hay carne de cabra, papas bravas, ensaladilla rusa y chuletas a la brasa (tiene una fiel feligresía de aficionados a mondar el hueso),siempre cocinado a la manera de la vieja ciencia gastronómica,para los modernos es esa ciencia que arranca en el culo de las ollas con un buen sofrito, han oído de un buen potaje de trigo, una merluza a la vasca o unos callos a la madrileña, ¡uy!me olvidaba, se acuerdan de las pizarras, de los camareros a voces hay calamares,pulpo a la gallega,marmitako y morena frita, si no les mola esto no son personas humanas, camarones, sardinas fritas, chicharros en mojo, ¿recuerdan estos nombres?, igual hoy son extraños con los actuales que vemos en las cartas, eso sí, recuerden que el producto bueno se paga, no hay más tu tía, los milagros en Lourdes. La excepción que confirma la regla, el alfa y el omega,o la confirmación de que se puede ser moderno, normal, exquisito, cocinero y vestirse por los pies, currando sin dar la murga a nadie, ¡aleluya!. a precios muy molones y dense un homenaje, panda de filibusteros, que en el momento menos esperado…terminarán anudándose la servilleta al cuello. A estas alturas ya habrán adivinado que todos y cada uno de los platos que pueden disfrutarse en tantos y tantos restaurantes, contienen todas esas especialidades que cualquiera en su sano juicio pediría antes de espicharla y decir adiós a los placeres terrenales. Cocina auténtica, verdadera y humeante, de la que consigue reconciliarte con la humanidad, ya perdida en un cúmulo de sandeces estratosféricas, predestinada a la extinción y al más oscuro de los abismos. En el fondo la ecuación no es tan complicada, aunque a algunos se les líe la picha cocinando y consigan que uno más uno sea igual a once.

Antes de que dejen de leerme en busca de una de carne de fiesta en el bar más cercano, quiero recordarles que muchos paraísos de la fritura habitan la tierra y no hace falta viajar a otras galaxias para encontrar el Edén, solo dar un paseo por cualquier barrio mirar a ambos lados y donde huela a estofado del bueno entren, disfruten, dejense llevar por esa perversión que se llama comer, señoras olviden la operación bikini, señores una copa menos, ¡A quien lo le gusta este rollito gastronómico!

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