sábado, 21 de mayo de 2016

¿Que restaurante me recomiendas?.






¡viva la fiesta y las tascas ruidosas!




Un buen local, amigos, es una casa en la que se come sin gilipolleces. Recuerdan de niños o con la primera novia y salían a comer a esos retaurantes de toda la vida, ya se sabe los clásicos como los viejos rockeros nunca mueren.Así que vayan y empápense de esencia.

Hay muchas diferencias entre esas paginas que recomiendan locales o la peña que vive en el barrio, es como una película que sales del cine y dices ¡guauuu! y la crítica dice que es un palo y, no me digan que solo me pasa a mi, no digan que no, ya el rollo de la inquisición no existe y tenemos libre pensamiento, así que les daré mis recomendaciones para saber elegir un local,les prometo que no serán de esos donde para mear tienes que ponerte guantes de seda, serán de los que entras y un instante después de terminar una comida,tras haber tragado el último sorbo abrasador del café solo o del Gyn Tonic en copa balón, te sientes atrapado por un fuerte sentimiento, mitad desazón mitad alegría,durante un instante, tan solo piensas en todo lo que acabas de morder, sorber y sonríes con un gramo de tristeza porque vas a echar de menos esos platos hasta tu vuelta.No es coincidencia que este recuerdo latente sea común en gente de más de una generación.

Si un local brilla con gusto invitando a entrar, con sus claroscuros y sus insinuantes lámparas indirectas, la comida no defrauda jamás. No hay mejor guía que ese primer impulso que te empuja a entrar o a poner los pies en polvorosa, como el impaciente coyote de los dibujos animados detrás del correcaminos.Pensando que uno es el oráculo de Delfos, siempre contesto, a esos herejes que tengo por amigos que me preguntan donde se come bien, que lo mejor es dejarse llevar por la intuición del primer golpe de vista, ese que te dice si valdrá la pena o no franquear el umbral de la puerta y nada hay que ponga más cachondo que ese instante de incertidumbre en el que decides poner un pie delante del otro y avanzar hacia la puerta de un restaurante o guachinche o tasca elegido.Una buena comida no se mide por lo que dicen los blogueros en internet ni por lo que votan unos cuantos capuyines acreditados repartidos por el mundo, sino por el efecto colectivo de todas las sonrisas de la estimable clientela, si los clientes, son los que bien recomiendan, son los que van más de una vez, ellos son los que poseen la verdad suprema de lo que realmente se cuece en un restaurante.

Si uno entra y se acomoda en cualquier esquina verá que los fritos se cantan hoy con similar melodía: cremosas croquetas, milanesas, gambas gabardina, sabrosos pimientos rellenos, ropa vieja y carne con papas, al grito de ¡¡¡ OIDO COCINA!!!, joder soy un romántico, en serio no les da ganas de ir a comer, a estos cocineros de soplete en mano no les da por cocinar como siempre, en un fogón, sartén y viendo bailar el ajo, ¿no les da por ejercer este oficio de aquella manera?.

Busque esos locales donde hay pizarras, donde siempre hay una oferta fuera de carta, con estupendos productos estaciones, que les hará afilar el colmillo.¿Por qué cuesta tanto encontrar un bar y tropezar con una croqueta bien hecha, una tortilla de papas con pasaporte al cielo o un simple conejo en salmorejo? Ay, amigos, pues porque la cocina con fuste y con fondo de armario bien apañado, esa que se viste por los pies, quieren dejarla obsoleta, pero no lo conseguirán, la cocina tradicional es como el ave Fenix, aunque los amigos de la quimicefa y de la cocina “fotográfica” les contarán que la clave es el sentimiento y la emoción, pero no hagan ni puñetero caso,el rollito es sentarse, anudarse la servilleta al cuello, pillar los cubiertos y saborear cada bocado, así de simple y así de complicado. En ese momento, cuando se alinean todas las constelaciones es que te das cuenta que has elegido bien el restaurante.

Uno de esos sitios donde te dicen "aquí a lo que se viene es a comer, informal pero tope sabroso, con ese punto desenfadado pero cuidando al máximo el mimo por el detalle y el remate a puerta, habilidad propia de alguien que aprendió el oficio para sacar el alma de glotón que todos llevamos dentro."¡alabado sea el señor!

Creo que el boca a boca es más importante que lo que escriban en esas páginas, seguro que si un local les gusta si lo dicen a sus amigos estos le seguirán cuales niños al flautista de Hamelín, no intento convencer, intento aconsejar, ya se sabe que los pasteleros desayunan salado y que cuando estás acostumbrado a algo te entra esa “gusa” del antojo y el cambio para darle gusto al cuerpo.

Podemos poner un pie en el sudeste asiático con un pad thai, para pasar a Japón y de la mano de un atún rojo con salsa teriyaki, para los amantes del exotismo más mediterráneo, kebab de ternera en brochetas con salsa de yogur, permanecer en la vieja Europa degustando un risotto de hongos con jamón, o un muy franchute cordon bleu de solomillo, si les va el rollito latino, pueden pedir un ceviche peruano, o un congrí(si ya se, cuando no tiro para La Palma lo hago para Cuba, si no lo escribo puede tocarme sofá). No me he vuelto loco, o si, da igual, el tema es que todos estos platos tienen algo en común, tradición.

Con lo grande que es el mundo, con la de platos que no hemos probado, me viene a la mente una moqueca brasileña, ¡¡vamos todos a bailar samba!!, como hay páginas que recomienden lo molecular y como hay cocineros que eligen confundir el paladar sin haber probado otras culturas antes. Me despido al mas puro estilo de Barón Rojo, ¡¡Larga vida a la cocina de verdad!!.

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