El mortero ha estado ligado a nuestra historia desde nuestros inicios y que es de gran utilidad dentro del mundo de los fogones. El secreto de muchas recetas y no solo tradicionales parte de un buen majado en un mortero, aún con los nuevos adelantos, yo prefiero dar algo de caña a este utensilio.
Dos piedras con la adecuada forma podían servir a nuestros más viejos antepasados a machacar o romper semillas. Pero esto no era suficiente ya que encontrar las piedras adecuadas no era tarea fácil. Pero poco a poco este mortero tan rudimentario fue evolucionando a través de las diferentes culturas. Este utensilio es uno de los principales legados de nuestros antepasados, y la historia cuenta que distintas civilizaciones tienen su propia versión de morteros, desde la egipcia a la romana, pasando por la de la milenaria China. Por ejemplo en Japón,encontramos el suribachi,que ha sido utilizado en las cocinas japonesas por muchas generaciones.Este mortero tiene la particularidad de tener las paredes y el fondo estriados con lo que se facilita la trituración de los ingredientes ya que las estrías evitan que se deslicen. El suribachi es de cerámica y la maza, surikogi, es de madera. En ocasiones esta maza se hace con madera del árbol de pimienta sansho (dicen que da un toque especial a los ingredientes triturados).
Sigamos con la historia global del mortero.
Los buenos morteros deben ser pesados o de materiales resistentes, para soportar los golpes prolongados, entre los que están los de piedra y el origen de éstos morteros, los he encontrado en “Neolitico: las primeras sociedades agrarias”. Es de gran utilidad para diferentes preparaciones y es difícilmente reemplazable por otros que puedan cumplir la misma función.Puede estar construido de piedra, madera, metal o porcelana. La razón de la fabricación del mortero en estos materiales es que debe soportar golpes relativamente fuertes, es decir, normalmente se golpea con una cierta fuerza para poder machacar por ejemplo el ajo, la pimienta palmera cuando arrancamos un buen mojo.
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