martes, 5 de julio de 2016

Un día ... En la finca la cueva



Un día en La Finca La Cueva.
Decidí ir con Edmundo Carballo a La Finca la Cueva no solo a cocinar sino a acondicionar todo para la nueva temporada, comidas de amigos al más puro estilo de Canarias, ahí es nada, o como dice Mundo, una Comunidad de amantes del buen comer donde todo sale de una brasa, hasta el café.La brasa es el emblema de la casa, no es restaurante, no es guachinche y el método de elaboración su especialidad, garantizado.


Organicen ustedes a tal fin una excursión de fin de semana, un plan atractivo que no despierte recelos. El pretexto queda de su mano, pero el destino se lo digo yo:
https://m.facebook.com/fincalacueva/
El comienzo de la historia.
Un buen día el hombre decidió dejar de cazar y recolectar, asunto muy fatigoso de veras, prefiriendo pagar para que otros homínidos le hicieran la comida. El olor a brasa y el chamuscado de la carne nos devuelven a aquellos tiempos en los que nuestros ancestros andaban a garrotazo limpio, sacando el cuero a todo lo que se movía y asando las piezas al fuego. En el Lomo de Mena (para los que desconocen y tiran de Google Maps Casa Damiana) si buscan bien darán hasta con barajas de cartas o dominó, pues de todos es sabido que el envite ya se practicaba en aquellas cavernas, a la luz de las antorchas y un buen vino. Así de simples somos. Con hueso mondo, cartas y trago con hielos se despierta ese lado salvaje y degenerado, asunto que salta a la vista en cualquier comedor en el que varios ejemplares babeen ante un chuletón recién hecho y rebañen los platos como si les fuera la vida en ello. ¡Ah, amada chuleta!, eres superlativa, una diosa, grande y libre, inmensa, jugosa por dentro y tostada por fuera, nos haces sentir dignos hijos de las cuevas de Guimar.


No se les ocurra molestar jamás a alguien que está tocando la armónica con la chuleta, ya que el gruñido sera de Guinnes.
Este asilvestramiento no está reñido con el mayor de los sibaritismos, reflejado en la actitud crítica que exhibimos ya con la panza llena, palillo en ristre.
Pollos adobados con cariño y esmero, chorizos y salchichas parrilleras dando vida a las brasas, ¡una de garbanzas!, no se pierdan las sardinas y vive Dios que la cerveza está fría y el vino a temperatura.


En estos tiempos oscuros en los que complicamos hasta lo más sencillo, hay quien peregrina cientos de kilómetros para comerse la chuleta que recomendó el suplemento dominical. Señores les prometo que si quieren algo distinto, si buscan un lugar donde ir con los amigos, una guitarra y la baraja en el bolsillo, que los traten como de la familia este es el lugar ideal.Es necesario un ambiente concreto, capaz de destapar los más bajos instintos de nuestro sospechoso ser. Nada de estrellas neumáticas ni soles laureados, esta misión requiere un viaje fuera de la urbe y un mesón rural tierra adentro.


Es una cocina sencilla y básica en la que prima la calidad por encima de todo, sin necesidad de piruetas absurdas para hacernos gozar. Fuego y carne. Nada más.
Un rollito divertido, ameno y en el que cuando salga seguro exclamará ¡Bendita brasa!.
Fiel a mi estilo me despido de ustedes, recomendándoles reúnan a los amigos y den un tono para que les guarden un lugar en semejante espacio, les prometo salí ahumado pero que ricura de chuletas. Después de esto los compis de profesión me llamarán y más de uno que yo me sé también, esta es mi profecía:
Habrán notado que ya se abren las puertas del infierno y aparecen todos los profetas, son los cocineros dándonos recetas, esto es el fin, ¡el fiiiinnn!”.


























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