miércoles, 8 de marzo de 2017

Un día por la escuela de cocina.

En el diablo, también está Dios.
Cuando era un chavalito en edad adolescente pasaba todos los días por delante de la escuela de hostelería de camino a mi casa,levantaba la vista para admirar a los aprendices que tomaban la fresca en el costado de acceso desde la calle a la cocina; allá agolpados, con sus gorros altos, los imaginaba como pinches putos amos de la barraca sofriendo conejo y picando cebolla con una sola mano con su chaquetilla blanca impoluta, de eso ha pasado poco más de dos décadas.Liberémonos pues de las ideas preconcebidas, entre ellas la de que los cocineros de éxito tienen que ser galanes repeinados, una cocina está basada en las infinitas posibilidades.
 Como siempre he sido (y lo más probable seguiré) un rebelde, dejé el instituto y presto con firme caminar y con un propósito me matriculé en el "Virgen de las Nieves", allí me dieron una formación, unos años más tarde mi título, pero lo importante de este rollo que les cuento hoy en primera persona es la palabra Formación, en una época muy distinta a la de ahora donde todos los niños quieren ser "Chef". Había buenos profesores, creo no opinarán lo mismo de mi como estudiante, como les digo tengo un carácter muy rebelde. Supongo con el paso de los años, muchos ya no están, pero si siguen dos por los que un servidor pasó por su conocimiento y a día de hoy puedo decir sabias manos Enrique Leal y Salvador Vidal, de los de mi época tengo un especial recuerdo de Ignacio Rivero, que quiren que les diga a veces sufro momentos nostálgicos y aquí justo en este momento llego a donde quería, señores un día en el Virgen de las Nieves con mucho cariño al Departamento de Hostelería y por supuesto al equipo de formadores, que suena mejor que profesores.
Este elenco de formadores llevan unos años creando grandes alumnos que en breve serán grandes profesionales, alguno de estos alumnos llevan unos años destacando a nivel nacional en distintos certámenes para alumnos de las distintas escuelas de cocina del país, Medalla de plata en 2013, Medalla de oro en 2015 y 2017, representando a España en un mundial de alumnos de cocina en Brasil... vienen pegando duro.
 Como ven en La Palma no solo están los Enanos y los Indianos, también hay una escuela de cocina que se ha ganado por méritos propios estar entre las mejores del país, esperemos sigan formando a los chavales indicándoles como funciona este oficio, formandoles en lo que les deparará el futuro y sobre todo lo que realmente significa la palabra cocinar.
Cuando acaben los estudios cada uno elegirá que estilo quiere currarse dentro de este abanico tan amplio que es la cocina.  

 En mi caso, me incliné por una cocina que defendió con uñas y dientes el gran Santi Santamaria, viajé a la cocina hecha con tiempo que se estofa y reconocí en ella la modernidad más estremecedora, rindo sentido homenaje a la cocina de toda la vida, esa que se guisa en el culo de las ollas respetando las estaciones, el gusto de los clientes y la tradición.
 Que de recuerdos de ese empezar, un ejercito de chavales con esa chaquetilla de botones en paralelo, de blanco inmaculado intentando oír un solo caminar, cebollero en mano, arrancando los fogones al grito de ¡Oído cocina!.



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