martes, 26 de diciembre de 2017

Doce uvas y un deseo para los cocineros.



De unos años a esta parte la fiebre por ser chef, sobre todo por parte de las nuevas generaciones, empieza a llegar a cotas sospechosas. El 2018 llegará cargado de más novedades, ¡que dios nos coja a todos confesados!, vendrán más programas de telebasura de esa que sale peña que "cocinan", o fechas en las que premian a algunos "Chef" que se visten de gala cuales futbolistas en la entrega del balón de oro,también a determinados críticos, temas que tanta emoción provoca a toda una panoplia de estiradillos, cursis, lilas y resabiados que andan sueltos por ahí en busca de experiencias gastronómicas de alto nivel. Así pues, queridos amigos que se ponen frente al fogón, dejad a un lado la pose con cara de estreñidos y de comportaros en “petit comité” como auténticos lelos desnortados enumerando las fabulosas ocurrencias que parieron vuestros laboratorios este último año de genial y fértil creatividad, ¡qué tontos de remate nos hemos vuelto!. Actuemos como en los viejos tiempos, emborracharos de vez en cuando, hablad de chicas o de tíos buenos, de motos, de coches,de fútbol o de cuantas paellas hemos hecho, porque lo único que al cliente le interesa en la mesa es la tranquilidad, el disfrute, la felicidad y que no se les de mucho la vara traduciendo los nombres de la carta, comer, disfrutar, pagar la cuenta y salir por la puerta con una sonrisa. Esto es el oficio, y lo demás, ¡chorradas!.En los últimos tiempos, la televisión y la prensa han hecho que se identifique con las personas que destacan en estos ámbitos pero no tanto con el oficio como tal.

Recuerdan compis, atarse el mandil a la cintura y sin rueda de prensa ni presentación a los medios, hacer lo que más nos mola, ponernos a entretener a los fogones pensando en generar el gozo de los comensales. Uno no tiene nada en contra de ser cocinero, uno de los oficios más jodidos a la par que gratificantes del mundo, pero en todo este barullo mediático se está vendiendo mucho gato por liebre.

Hemos olvidado que el cocinero, sigo negándome a emplear la palabra Chef, que ya me aburre, debe ser un crisol de conocimiento de la naturaleza, de las técnicas de trabajo, de la tradición gastronómica y de la interpretación del mundo y del entorno. Por eso, este trabajo se debe ejercer con eficiencia, saber estar y sobre todo tener en cuenta que el "prota" debe ser el cliente, actuar sin complejos ni falsas expectativas. Mi forma de entender este oficio es mediante una cocina mestiza pero enraizada, teñida de los orígenes culinarios de los cocineros, pueden poner papas y distintos mojos, que con estos mejunjes adquieren un puntazo interesante y nadie va a quejarse por no utilizar esas cosas que muchos no entienden en los nombres que se ponen en las cartas, si no creéis hablad con vuestros clientes.

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