jueves, 17 de agosto de 2017

Todo va cambiando, igual no es necesario.



¡¡¡ Todo va cambiando!!!

Qué quieren que les diga, pero en esta tierra nos hemos vuelto bobos hasta decir basta, con una tierra con productos sin igual en vez de defender nuestro producto aun así fusionado con estos productos de moda y de los que tanto hablamos, asiáticos o latinos, vamos haciendo cartas donde el japonés defiende el asunto canario y el de aquí enciende sus fogones pensando en Japón, curioso, resulta que ese viajero el cosmopolita espera encontrar la comida del lugar que visita y así nos va. En nuestras calles todas las pizarras le dan cosa fina a los rollitos nem,que le vamos a hacer, somos así de felices.

Otras cosas que han ido cambiando según avanzamos en edad, fuimos dejando de a pocos los rituales domingueros para dar paso se fueron adelantando a las noches de los sábados, en la animosa compañía de los más tragones de la pandilla, dábamos cuenta de unas cenas de infarto que consistían en ponernos ciegos de buen zampe.

A nivel profesional, también va cambiando el rollito, a veces es necesario pero ha llegado un momento en el que se sale de madre, por ello a nosotros nos va el tema donde el día de inauguración se invita a todos los amigos y los proveedores de la casa que se suman a la farra con naturalidad, sin necesidad de notas de prensa, ni “fotocol” ni esas historia para no dormir, que hoy tanto se estilan. Y allí están al pie del cañón los integrantes del equipo, llevando sonrisa en ristre cada vez que salen de la cocina esos platos divertidos que salen de la cocina.

Igual es culpa nuestra, pero tenemos fe de que volverán esas ideas que muchos cocineros que aún se atan el mandil por delante, abiertos a la tradición del mar, a las huertas y proyectándose hacia el futuro con ese peculiar estilo que es una agradable puesta escena nada impostada, sabrosa y rabiosamente contemporánea, ¡¡¡bendita sea la Candelaria o en algunos de los casos la de las Nieves!!!.

Como ven nuestro titulo va acorde a lo real, recuerdan aquellos domingos que al salir de misa de 12, carreteras anotadas en letras de oro en sus recuerdos de infancia, si el viejito giraba a la derecha es que íbamos a tal local, si giraba a la izquierda íbamos a tal otro, ya conocíamos el trayecto de memoria, aquellos domingos de comidas familiares... , balonazos en la playa, siestas a media tarde y aquellas odiosas y obligadas digestiones de horas al raso que nos cascábamos antes de zambullirnos de nuevo en el agua, pues si incumplíamos aquella penitencia caía sobre ti una maldición y tus tripas terminaban vueltas del revés y escupías sangre y agonizabas de muerte entre cloro, manguitos... ¿recuerdan?.

¿Y porqué les cuento todo esto? Para que vean la dimensión del careto que a uno se le queda al adentrarse en el local y no se ven ya platos que se marcan como imprescindibles en nuestra historia gastronómica.

Últimamente empiezo esta colaboración con batallitas como en los cuentos de Calleja, echando la vista atrás con demasiada frecuencia, hurgando en un baúl apolillado, les aseguro el primer pensamiento me viene a la cabeza es el de todo va cambiando. Pero tengan en cuenta que tenemos la fortuna de gozar en todos los barrios de fruterías bien surtidas, disponemos de una red hotelera que rompe la pana, y muy a pesar de lo que digan por ahí, disfrutamos de una red viaria atómica infestada de bares, restaurantes, tascas y un largo etc.

Los patrones comunes en estos tascos es ofrecer lo que el cliente desea y en el tiempo justo para que podamos seguir camino, así que hacen el papel de “madres” y se preocupan de que comamos caliente, rápido, a buen precio y con mimo, a riesgo de ser pesados, les diré que todo va cambiando.